El desolado de
Rada estratégicamente emplazado en lo alto de un cabezo (431 m.), cuya
abrupta ladera N. está lamida por un meandro del Aragón, Rada
desempeñó en la Edad Media un importante papel defensivo. Desde allí
se domina el valle del río entre Carcastillo y Caparroso y la
desembocadura del Zidacos; desde allí se ve Ujué. Pero Rada no era tan
sólo un castillo, sino también villa en la que llegaron a vivir, en
1366, 38 vecinos (21 hidalgos y 17 labradores).
Desde finales del siglo XI ya aparece documentada su existencia.
Originalmente perteneció al noble linaje de los Rada que
sucesivamente, prestaron homenaje a los reyes navarros y establecieron
concordias y convenios con ellos.
Sin embargo, en las postrimerías del siglo XIII (1297) villa y
castillo fueron agregados a la corona en virtud de un acuerdo anterior
(1270) con el rey Enrique I. Pocos años después (1306) se llevaron a
cabo unas reparaciones en el palacio y casas del recinto y en el muro
inferior de la fortaleza, que amenazaba ruina. Fue por entonces cuando
el rey de Navarra Luis Hutín cedió el castillo y la villa a Ojer de
Mauleón con sus rentas y jurisdicción además de otras villas y
lugares, a cambio del castillo de Mauleón y varias villas en las
tierras de sola. El devenir de Rada permaneció unido, desde entonces
hasta su trágico final, al linaje de los Mauleón.
El deterioro del castillo debió de ser importante a lo largo del siglo
XIV. Carlos II en 1364 concedió rentas para su fortificación y
reparación y solicitó la contribución de los de Rada y Murillo el
Cuende para evitar urgentemente los riesgos de derrumbamiento.
En el siglo XV Navarra un reino convulsionado por problemas externos
(principalmente con Castilla) y por rencillas internas que fueron
acrecentándose alarmantemente. En las continuas discordias civiles
entre los agramonteses,
partidarios del rey Juan II de Navarra, cuya legitimidad estaba
en entredicho, y los beaumonteses defensores de los derechos al trono
de su hijo Carlos, Príncipe de Viana, Rada apoyó a la facción
beaumontesa. Su toma de postura explica el triste final en 1455.
La guerra civil iniciada ya abiertamente en 1451 se había recrudecido
y se había desencadenado
una durísima ofensiva de Juan II por todos los frentes. Mosén Martín
de Peralta caudillo agramontés siguiendo las ordenes del Monarca,
sitió (1455) el cerro con numerosas huestes, ocupó la fortaleza de
Rada y la arrasó con dureza. Tan solo fue respetada la iglesia
románica de San Nicolás, testigo importante de devastación, ruina,
ceniza y muerte. En el momento de su destrucción Rada contaba con 35
fuegos.
Juan II siete años después (1562) perdonó a los partidarios de su hijo
Carlos, falleció (1561) victima de tuberculosis, y concedió licencia
para que los habitantes de Rada volvieran a ocupar sus heredades. Sin
embargo los intentos de reconstrucción y repoblación del desolado
resultaron infructuosos, pese a los estímulos económicos que años mas
tarde recibieron del rey Francisco Febo.
En 1492 Tristan de Mauleón, señor de Rada y Traibuenas vendió el
desolado a Fernando de Baquedano, maestro de finanzas y protonotario
real, lo que supuso el punto final al vinculo entre Rada y el linaje
de los Mauleón.
Con el transcurso de los siglos Rada permaneció como impertérrito
cadáver con nostalgia de su pasado. A principio del siglo XVIII (1703)
el palacio y mayorazgo de Rada pertenecían a José Morales y Rada. Ya
en el XIX era propiedad de los duques de Granada de Ega. Con las
reformas municipales de 1835-1845 quedó incluido en el termino de
Traibuenas y por tanto en el Ayuntamiento de Murillo el Cuende.
En 1981 Luis de Silva, duque de Miranda, donó el desolado al Gobierno
de Navarra que hizo posible, mediante sistemáticas campañas
arqueológicas, rescatar del pasado la grandeza histórica de este
baluarte y reconstruir la vida cotidiana de sus habitantes que fueron,
en definitiva, los que protagonizaron la historia de Rada.
Hoy restaurado el "Rada Viejo" los cimientos de los edificios, una
iglesia y la muralla; es un lugar que debe visitar, no sólo el amante
de la historia, sino también el que se deleite contemplando bellos
paisajes: las llanuras del somontano olitense y la serranía de Ujué,
al N., la vega del Aragón con sus meandros a su pie, la Bardena
grisácea de los yesos, aquí y allá poblada de pinos, al S., y - como
un oasis -, el nuevo pueblo de colonización, al SE.
Desde Rada tenemos ocasión de contemplar uno de los niveles altos de
terrazón regados por la Acequia de Navarra con aguas derivadas del
Canal de las Bardenas. Es este un regadío menos intensivo, distinto
del que veremos cerco de Melida y Carcastillo.